¿Formamos a futuros profesionales capaces de percibir los cambios y actuar en consecuencia o aplicamos los viejos esquemas formativos? ¿Generamos nuevas herramientas para el análisis de la realidad o repetimos acciones aprendidas en viejos contextos educativos? ¿Los centros de educación superior, sus espacios, docentes, propuestas y recursos están realmente preparadas ante el nuevo entorno tecnológico – digital? ¿Lideran hoy la revolución y la transformación educativas a través de una nueva forma de planificación y gestión de la enseñanza y el aprendizaje? ¿Qué ofrecen las instituciones educativas a generaciones nativas de la era digital capaces de producir nuevos lenguajes y dominar esos “locos cacharros”?
Bates, A.W. (2001) en el prefacio a la primera edición de su libro “Cómo gestionar el cambio tecnológico”, expresa: “el uso eficaz de la tecnología exige una revolución en la forma de entender la enseñanza y el aprendizaje. Una parte de esta revolución es la reestructuración de los centros universitarios, es decir, cambiar la forma de planificar, gestionar y organizar los centros de enseñanza superior.”
García Carrasco, J. (2005) Me atrevo a agregar a la expresión de Carrasco, J. una reflexión más: esa locura de los “locos cacharros”, que para nosotros pasa por inexplicables conductas de lo tecnológico, -especialmente cuando algo no funciona- es la realidad de los niños, niñas y adolescentes de hoy; para ellos es cotidiano el entenderse con los que son los “locos cacharros” para nosotros, adultos. Son capaces de usarlos desde la primera vez con una habilidad asombrosa, capaces de repararlos, de armarlos y desarmarlos, los sienten parte normal de su mundo. Los “locos cacharros” son los otros “nativos” de su generación.
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